jueves, 30 de enero de 2014

TRENQUE APOCALIPTICO, CAPITULO 2 : LA MISIÓN.


CAPITULO 2: LA MISIÓN:



Pasaron dos o tres años raudos, como suele ocurrir cuando la indiferencia y la indolencia se combinan con una acción frenética y un aire de irrealidad que roza la enajenación mental más absoluta, y por las fechas arbitrarias que se sucedían. Las aceptaba sin discusión, aun cuando notaba que, en ocasiones, varios días que estaban lejos llegaban más rápido que otros que estaban más cerca. Como buen alumno, yo "re-aprendí" varias cosas que supuestamente no sabía, una instrucción rigurosa para afianzar técnicas y protocolos desconocidos pero que dejaban en mi el regusto de un deja-vú repetido mil veces. Años imprecisos en los que también aprendí a espiar a mis jefes y compañeros para poder saciar en mayor o menor medida mi natural curiosidad, solo para poder saber más sin tener que acosarlos a preguntas, infructuosas preguntas casi todas las veces y de todas las maneras, pues mi pasado estaba tan sellado como mi futuro, clasificado y encasillado.

De esta manera, haciéndome el ignorante algunas veces, aprovechando que se solía hablar delante de mi persona delante de mí como si solo fuera una puerta o parte de la pared, y otras manteniéndome a una distancia prudencial de sus ojos mortales y oídos humanos pues alguno que otro sospechaba que yo sabía más de de lo que parecía, pude captar en varias conversaciones referidas a mí, frases que sembrarían en cualquiera duda y miedo, en mi tan solo curiosidad y un muy leve desasosiego, frases ambiguas del tipo: “está durando más que las otras veces” o “parece que esta vez el tratamiento lo mantiene más estable”, que me confirmaron el presentimiento de que no era la primera vez que trabajaba y obraba en ese mundo deformado al que ahora se consideraba la realidad. Más no era un presentimiento amenazante o tan perturbador, sino más bien un conocimiento profundo aunado a la convicción de que, si me lo habían hecho olvidar, por algo sería, o si lo había olvidado, tampoco importaba, si eso sería a mi trabajo. Una o dos veces llegaron personas nuevas a la base, nuevos destinos como yo en su momento, a las que en cuanto tuve oportunidad, y como quien no quiere la cosa, les pregunté cómo era el mundo décadas antes. Al principio no me dijeron nada, extrañados y desconfiando de la curiosidad de algo arcaenérgetico, y trataron de no relacionarse conmigo, pero más tarde o más temprano, influidos por alcohol que bebían sin que nadie supiera (que yo les proporcionaba como al descuido cuando notaba que lo necesitaban), teniéndome al lado se soltaban y me contaban cosas históricas que habían influido en las historias de sus familias. Por medio de ellos y sus ajados relatos de viejos tiempos mejores pude saber y rememorar varios datos de los sucesos del período 2012/14 aunque sobre mi propia vida no llegue a recordar nada mas allá de un fangoso vacío, de una carencia como de amputación antigua, y extrañamente, me resultó un velado alivio.


Cierto día (debía ser algo así como primavera pues las enredaderas del camposanto que nos rodeaba habían comenzado a florar tímidamente bajo el achicharrante abrazo del viciado exterior, atrayendo a su vez una caterva de inmundos bichos rojos que se las comían), el Comandante P. P. Lewis, alma matter y soberano militar de la base me mandó llamar a su despacho. No solía demorarme en cumplir una orden y esta no iba a ser la primera vez, más aun cuando era el mandamás en persona quien te requería, y menos siendo la primera vez que me llamaba. Recorrí un par de plantas cruzadas a paso ligero bajo la mirada indiferente o divertida de algunos y me encontré frente a la maciza y brillante puerta del despacho del Comandante; como muchas otras de importancia aparecía labrada y marcada en toda la superficie por intrincadas marcas arcanas de bloqueo unas, otras de ocultación, la mayoría anti intrusiones y espías de naturaleza sobrenatural. Solo una escueta placa de bronce que aparentaba haber recién lustrada con esmero contenía lenguaje “estandar”. Toqué con los nudillos y me dispuse a entrar sin esperar respuesta. El picaporte en principio inamovible se volvió fácil de girar en mi mano como si la reconociera y entré en la estancia.

E

n una base militar permanentemente movilizada no es habitual encontrar el mobiliario que decoraba la sala, una serie de estanterías y cómodas de madera maciza de como mínimo un siglo antes ricamente labradas, una serie de muebles auxiliares incluyendo un evidentemente cómodo sillón de grueso cuero en el que una siesta debía de sentar mejor que en cualquiera de las duras literas de cualquier otra estancia, una puerta que dejaba ver entreabierta un baño privado (“¡privado!”, exclamé mentalmente), en el centro, la mullida alfombra persa sobre la que descansaba un gran escritorio que debía pesar una tonelada, y tras él, el gran hombre en persona al que saludé con una regia reverencia, aquel al que había visto de reojo solo un par o tres de veces en aquel tiempo, y que poseía toda la apariencia de un enorme bulldog ingles con mostacho. Su cuerpo constaba de una cabeza redonda con escaso pelo cortado a cepillo situada sobre un corto cuello, unos hombros anchísimos y un pecho de barril que tocaba la madera del escritorio y la empujaba firme como la roca. En la cara brillaban los ojos redondos, llorosos y enormes, sobre un gran bigotazo canoso una nariz minúscula en la que gruesas varices rojas deban algo de carácter y hablaban sobre la afición a la bebida y la tensión arterial del propietario; y una barbilla cuadrada y prominente que mostraba una boca de labios gruesos y unos dientes pequeños e irregulares manchados de tabaco y café, el aroma que impregnaba hasta el último rincón y fibra de la estancia.

- Gusto en conocerte, R-4.- Esa era mi denominación desde el primer día y me había acostumbrado a ella tanto como a mi ausencia de un nombre normal. Pero… ¿por qué me miraba como si ya me conociera?-¿Se te ha informado del motivo por el cual te llamé?
- No, señor, solo se me dijo que usted quería verme.
- Bien.- El comandante pareció satisfecho. ¿Por qué? No lo supe.- Hay problemas más allá del gran Puente. Hace unas horas recibimos una comunicación: llamó el grupo especial de Cazadores de la nueva Pangea. El generador de provisiones de su aldea se está quedando sin baterías.
- No conozco la ubicación de ellos y sigo desconfiando de esa maquinaria mística- dije, aun sabiendo que cuando el gran hombre hablaba era mejor no cortarle el discurso.

Los generadores de provisiones eran antiguos artefactos similares a los de aire acondicionado usados para destilar agua a los que se les había acoplado una caja de metal, y funcionaban con baterías. Su gracia era que, mientras les duraban las mismas, hacían salir de la nada alimentos no contaminados o medicinas, según lo que se escribiera en un escueto ritual sobre ellos antes de echarlos a andar. Yo no les tenía nada de simpatía, porque me parecía demasiado fácil y peligroso usar esos hechizos para algo tan diario e importante, amén de que debía mantenerme a cierta distancia de ellos cuando operaban si no quería interferir con su rutina y convertir en un desastre aullante una nutritiva aunque mística comida.
-No estás acá para desconfiar sino para obedecer órdenes.
- Disculpe, señor, no volveré a decir eso. Creo que…
- Lo que digas o creas no es relevante- Dijo mi jefe poniéndose en pie y reforzando aun más mi primera impresión de ser un enorme bulldog ingles.- Los generadores de provisiones son muy útiles en estos tiempos que no hay negocios disponibles para ir a comprar comida.- Paseaba alrededor de mí con sus cortas piernas zambas con cierta dificultad; de no haber sido por ellas, este individuo hubiera sido casi de mi estatura pero le restaban al menos 20 centímetros a la altura natural y proporcionada que debía haber sido la suya. La mullida alfombra amortiguaba un curioso sonido hueco que emitía a cada paso.- Tenes que trasladar una batería de inmediato al lugar.
- ¿Es una nueva base? La desconocía. ¿Está cerca de los alrededores?
- No.- El comandante quiso exasperarse, pero continuó con tono burlón.- Es bastante más lejos donde tenes que trasladar el artefacto. Unos trescientos kilómetros al este en dirección al mar.
- Mucho camino para hacer de a pie- dije y me arrepentí de inmediato pues al bajar levemente la vista denoté con gran sorpresa que por debajo del dobladillo del pantalón del pulcro uniforme azul surgían unos apéndices que deberían ir al final de las patas de una cabra y una no muy grande por cierto.
-¡Muy gracioso, Cuatro Latas!- carraspeó molesto sacando pecho ante mi inoportuno comentario, que ahora sí le parecía relevante; con pies de cabra o si ellos, aquel tipo tenía pinta de peligroso si se le hacía enfadar.
Cuatro Latas, no era la primera vez que me llamaban por ese mote, ya debía estar muy extendido para que hasta el comandante Willis me llamase así también. “El Cuatro Latas” era en referencia, por lo que me explicó un mecánico de la base, a como llamaban popularmente a un antiguo aparato que circulaba para los altos mandos de cuando en cuando y solo de manera extraordinaria, un antiguo y mal reparado Renault 4, un transporte francés de los lejanos años 60 de muy bajo costo y de una duración y resistencia alucinante, tanto es así que era uno de los pocos vehículos “no militares” del parque móvil que seguía operativo habiendo sobrevivido en el exterior a todo un APOCALIPSIS  con mayúsculas. Lejos de molestarme que me designaran como aquel veterano y duro modelo, me llenaba de orgullo; era un duro superviviente al que se podía ¿reparar? una y otra vez y seguía operativo cumpliendo su misión. Me enorgullecía de ser algo no humano.

- Esta vez y en prueba de mi afecto hacia tu valiosa persona vas a ir en bicicleta, para que puedas llegar antes de que aquella gente se quede sin provisiones y no tengas que gastar tus... tu pié- corrigió socarrón.- Partirás de inmediato pues el camino es largo y el tiempo se le acaba a Midyan Almeryya.
- Midyan, Almeryya- susurré en un lapsus. Por alguna razón el nombre me sonaba, aun  demasiado lejano me sonaba. Se debió haber notado el tiempo de dilación porque el comandante, sentado de nuevo tras su escritorio me recordó: “La Deriva Continental. La Nueva Tierra…”
-¡Ah, veo!  El efecto Pangea ¿no es eso, señor?- El viejo guerrero asintió serio.
- Decían que eras el más indicado, pero si se te ha olvidado ese detalle…
- Nunca hemos hablado de Pangea, y nunca he ido allí, señor. No suelo pensar en ese lugar.
“No es necesario hablar de vez en cuando de eso para saberlo”, advirtió mi superior mientras apuntaba con la barbilla hacia la puerta. “De inmediato, soldado, afuera le están esperando con el resto de los datos, vaya con los Dioses.” Esto último lo recito solemne con una bella voz de barítono. Saludé protocolariamente alzando el brazo izquierdo con el puño cerrado y los dedos índice y meñique extendidos en la conocida y antigua fórmula contra el mal de ojo. Ya no pensaba en él como en un enorme perro rechoncho sino más bien como en uno de esos dibujos que había estudiado sobre animales mitológicos y seres de la antigüedad que parecían estar resucitando tras la Gran Explosión del Infierno. Ahora lo veía como un viejo y belicoso sátiro que quedó pensativo tras la puerta que cerré a mis espaldas. Eso era lo que era, al fin de cuentas. Un macho cabrío era nuestro jefe. De repente recordé las cosas que se habían contado de él frente a mí. Había sido ascendido al nivel más alto por un acto de extremo heroísmo en el cual había muerto el jefe anterior y él había salvado a mucha gente en una zona muy peligrosa, arriesgándolo todo, pero eso no había sido gratis. Había matado a un sátiro endemoniado, y este, antes de lanzar su último suspiro, lo había mordido. Solamente la ingesta de agua bendita y un exhaustivo tratamiento habían evitado su conversión en un demonio y en la nueva morada del espíritu del monstruo, pero le había quedado una marca espectacular hasta el comienzo de las piernas, cosa que no se le podía recordar ni por un momento porque montaba en cólera. También se decía que sus enojos eran espectaculares y comentados. 

Un par de médicos brujos de bajo rango que quizás estaban aguardando que yo entre en la oficina para situarse ahí, me esperaban al otro lado de la puerta, anónimos y clónicos. Lo único que los diferenciaba eran los colores con los que pintaban su cara y cuerpo semidesnudo, estos parecían un puzzle azul, rojo y naranja aunque para mi gusto el más estrecho de hombros se había pasado poniéndose rímel en los ojos. Luego, al fijarme en sus pequeños pechos me di cuenta que era una chica más bien joven y espigada y ¿atractiva?, no sabría decirlo pues solo había indiferencia allí donde debería haber aparecido una erección... de haber tenido pene, me recordé. Como fuere ya no me pareció tan mal el detalle del maquillaje.

-¿Salgo ahora mismo? ¿Qué instrucciones van a darme?
- Antes debo indicarte cual es el camino y hay que darte lo necesario. No has ido allá nunca y tenemos que equiparte y dotarte.- Quién hablaba era el hombre pintarrajeado, y por el parecido que me permitía apreciar tanto color y emplasto, debía de ser pariente o incluso hermano de la chica hechicera.
-¿Van a ponerme las “defensas”?- pregunte neutro pero con cierto tono irritado.
- Sí.- El médico brujo sonó ligeramente exasperado.- Han salvado muchas vidas. ¿Crees que la oficina del comandante Lewis o la base tienen todos esos símbolos escritos afuera porque acá vivió el último artista del mundo y se le ocurrió dejar una última obra  antes de morir? No, son hechizos escritos que mantienen lejos a las cosas malditas, y que alejan a los monstruos que no lo son, de los que hacen viajes como el que vas a hacer.
- Supersticiones de la edad media.
- Tienen más efecto en personas que les tienen confianza, deberías recordarlo. 
Seguime- me indicó, y bajamos para una sala que, según calculé mentalmente, estaba situada debajo del despacho que acababa de abandonar. No había ventanas, pero si la luz más clara que había visto hasta entonces. Muchas personas iban con papeles de aquí para allá, algunos grises y enmascarados como científicos, otros pintarrajeados como mi compañía, los más vestidos con trajes marrones o de camuflaje verde tocados con capuchas monacales, incluso había un par de largas túnicas negras de ricos brocados de la Iglesia Satánica de los Nuevos benditos, una secta derivada de los Franciscanos y que renegaba de este Apocalipsis por considerarlo falso; el Armagedón hacia curiosos compañeros de cama. El joven y colorido hechicero me mostró un mapa que había en la pared, mucho más grande que los que nos repartían para guiarnos, de dos metros y medio de largo por uno de ancho aprecie con la escala del visor mi ojo derecho. Era viejo porque hacía mucho que los satélites no funcionaban y ya no había mas cartografía que la analítica de toda la vida. Los antiguos nombres estaban borrados para no provocar recuerdos y distracciones, y sobre ellos había nuevos caminos y nuevas denominaciones escritas con tinta de colores y plumas. Yo nunca había recorrido tanto territorio como mostraba.
-¿Por dónde se sitúa mi paso?- pregunté. La chica aun silenciosa señaló nuestra ubicación, un puntito insignificante, y luego, trazando una retorcida línea sobre el mapa con el pigmento rojo que impregnaba sus dedo, otro.
-Acá es la zona más lejana donde nos hemos aventurado habitualmente en las expediciones, la Colonia de los Olmos Gigantes. Perdimos varios hombres. Es una zona peligrosa, cuando no, pero hay un camino con grandes zanjas a los costados.- El dedo se movió emborronando una sección del precioso mapa.- Debes seguir por ahí derecho a unos grandes remolinos que vas a ver en el horizonte, sin desviarte. Ya habrás escuchado hablar de lo que te digo sin duda.- La chica ilustro en ese momento un par de espirales sobre la superficie en curiosos tonos rojos y azules, como con un encantamiento estos parecían girar y desplazarse levemente por la línea señalada, una pequeña muestra de magia menos, apenas un divertimento.- Tratando de no ser atrapado por ellos, enseguida después tendrías que ver esto.- Aunque todo esto lo dijo él, fue ella de nuevo la que señaló un punto negro visiblemente alejado de los remolinos.
-¿A cincuenta kilómetros lo veré?- calculé.
- Deberías. Está después del puente a la Nueva Tierra. Vas a encontrar un gran páramo lleno de cuevas. Es posible que te desorientes durante el día, pero es uno de los pocos lugares donde siguen viéndose las estrellas. A la noche, camina en dirección a Ajenjo.
- Camino hacia Ajenjo- repetí. Esa manía de seguir poniéndoles nombres místicos a las estrellas, como si el mundo ahora no estuviera lo suficientemente “místico”. En los buenos tiempos, Ajenjo tenía otro nombre y salía por el Sudoeste. Claro que, con los tremendos cambios ocurridos…
- Si el vehículo aún te ha durado, en un día más de marcha deberías llegar a Almeryya.
-¿No tienen a otro más cerca para que les lleve las baterías para el generador?
-¿Cuestionas las ordenes de las cabezas pensantes de ahí arriba?- El chico brujo puso los brazos en jarras y su compañera/hermana lo imito con una falsa mueca de enfado y asco en la cara.- El grupo especial nos ha confirmado que las otras dos bases más cercanas ya no responden a las llamadas, la ultima desde hace más de un año. No es un buen augurio, ¿verdad, Pamela?- La chica negó divertida con la cabeza haciendo una mueca, era joven, muy joven y el también sin duda.
-¿Hay alguien importante ahí o qué diablos pasa con tanto interés en una zona tan lejana de nosotros? ¿Por qué el comandante en persona me ha dado esa orden?
- Tu empatía me resulta increíble.- Ahora sí que ambos parecían irritados de verdad.-¿Cuántas veces hay que repetírtelo? Como está el mundo ahora, todo vestigio de población es importante, así conste de una sola persona. ¿Te quedó claro, R-4?- Los ojos de ambos centelleaban de puro y crudo poder, al menos ahora sabía que mis instructores eran sin duda de naturaleza buena, mas fáciles de prever y de tratar.- Sos de los pocos que pueden salir afuera sin traje por largos periodos, y yo estoy soportando estas preguntas con respuestas obvias mientras la poca gente que queda se está muriendo.- Ambos se señalaron el pecho mutuamente cuando el chico pronuncio la palabra “yo”, muy curioso. - Y ahora vamos, hay que ponerte las defensas.- Mire el mapa por última vez almacenando la ruta y marcas que me ayudarían en mi viaje. Sin mucha sorpresa pude comprobar cómo las marcas de colores y efectos se desvanecían poco a poco. Bueno, al fin y al cabo una herramienta como aquella debía usarse una y otra vez sin que quedara manchada e inservible al cabo de un tiempo.


Los acompañé o más bien los seguí a unos metros de distancia pues habían cogido la delantera y no se paraban a esperarme, deseosos de perderme de vista, hasta un cuarto accesorio, donde había varios artilleros y carpinteros trabajando. Tuvo lugar la rutina habitual para cada vez que salía: me pusieron armas ceñidas a las piernas y brazos del traje, colocadas de tal forma que las pudiera desenfundar con rapidez. Me dieron un casco pesado pero resistente, y me colocaron unos saquitos voodoo con olor (entre otras apestosidades) a raíz de mandrágora en cada uno de los bolsillos. Luego me llevaron ante un sacerdote católico, uno de los escasos supervivientes de las extintas creencias preApocalipsis. Me sentí medio ridículo cuando me bautizó, me confesó, y me hizo tomar la comunión que fue directa al cielo de la boca y se adhirió allí como una sanguijuela resistente a cualquier roce de la insistente lengua. Me pareció ver algo actuado en sus movimientos, como si solo representase un papel y ni el mismo creyese ya en toda aquella ceremonia; calculo que es la paranoia común de cuando se vive en un mundo que resulta irreal y cuyo dios no aparece para solucionar el asunto. Por el rabillo del ojo pude ver a los médicos chamanicos sentados en un rincón con las piernas cruzadas entonando una de sus letanías a la vez, esperaba que con mas fe y tino que el ensotanado sacerdote.

Llegue al Hangar secándome con el dorso de la mano las gotas de agua bendita que habían quedado sobre la superficie impermeable de la pechera de la camisa; la  armadura me reconfortaba con su peso y solidez, y lejos de sentirse molesta, me resultaba tan natural como respirar. Mis guías habían quedado en la puerta como si entrar a la gran sala llena de vehículos destripados y maquinas oxidadas los pudiera dañar, no sin antes dibujar con sus pigmentos rituales un trisquel en todas y cada una de las superficies que quedaban a la vista de mi traje, el cual los absorbió como si de un manjar se tratara sin dejar ni rastro. “Ahora ya sabes el camino, pero para empezarlo, antes debes ir por la ciudad”, me dijo el chico a la espalda.
-¿En cuanto tiempo tengo que estar en destino?
-¡Lo antes posible!- gritó mientras ambos dos se desvanecían en el dintel. Tan aprisa se fueron que no me contestaron por qué la orden de ir a mi destino me la había dado el propio comandante cuando perfectamente me la podría haber comunicado alguien de menor nivel.
Frente a mí quedaba la puerta presurizada de salida al exterior y la bicicleta (más bien triciclo, aprecié) más rara y endiabladamente trabajada que uno podía imaginar. Un par de operarios me empujaron a cámara de aislamiento con poco protocolo para enviarme y salir a un bar o cualquiera sabe dónde. Cerraron su puerta y abrieron la salida. Salí empujando rápidamente mi curioso vehículo, que rodó silenciosamente sin esfuerzo, y un segundo después de bajar, la rampa volvió a cerrarse sordamente  y quedé solo en medio del cementerio.


- LA BASE PRIMAVERA:

Un par de horas después, los coloridos Pamela y Jinxx, retozaban alegremente en su nido particular, ambos desnudos y sudorosos. Habían invocado, consagrado y hecho el amor de manera apasionada para limpiar su cuerpo y aura del contacto impuro del Guerrero R-4 al que habían empaquetado al exterior. Ciento veinte frenéticos minutos desde que habían llegado casi corriendo y ardiendo y, sin mucho protocolo o preliminar danza, habían mezclando una y otra vez sus pigmentos y sus fluidos con la luz filtrada que los rodeaba sin foco de origen aparente; en parte por realizar rápido el ritual, principalmente por dar rienda suelta a tanta frustración y asco hacia la manchada tecnología. Todos tenían su cometido en la base por desagradable que fuera y ellos, como hijos y hermanos de la Tierra no eran diferentes, pero había que reconocer que permanecer tanto rato al lado de semejante abominación y no solo eso, iluminarla y bendecirla, era más de lo que podían soportar.

Habían nacido, a pesar de su aspecto aniñado de adolescentes en pleno desarrollo,  bastantes décadas antes y a pesar de ser pareja sexual, lo habían hecho del mismo cuerpo, del mismo útero y del mismo embrión pues eran un solo alma disociada; desde el punto de vista científico, se les podría considerar algo así como clones complementarios, iguales y a la vez con sexos diferentes, un solo ser perfecto en dos apariencias; desde el punto de vista místico, habilidades e iluminaciones diferentes y a la vez inseparables. A Mamá la recordaban como una hippie olorosa de largas piernas, larga cabellera y pechos constantemente al aire; se había consagrado una y otra vez a cualquier corriente, secta o pseudo religión que estuviera de moda en aquella anarquía florida que fueron los 60: amor libre, puertas de la mente abiertas y mucho descontrol, las drogas como camino, la meditación como un mecanismo de permanecer centrados y pacíficos en la intercepción química, en la medida de lo posible y en esta oleada de misticismo New Age fueron ellos concebidos cualquiera sabe dónde y por quien, Mama no lo recordaba con claridad y prácticamente no se dio cuenta del hecho de estar embarazada hasta poco antes del alumbramiento, el abultado abdomen o los llenos pechos quedaron lejos de su etérea visión de adicta siempre de subidón por los alucinógenos. La noche de luna nueva que nacieron sin llanto alguno, una multitud de luciérnagas de mil colores variables se concentraron alrededor de la cabaña de las mujeres situada en la zona sur del recinto de una secta de nombre e intenciones olvidadas tiempo atrás. Pocos alcanzaron a ver aquella miríada de criaturas aladas que flotaban y brillaban agitadas por el acontecimiento, y los que lo hicieron creyeron alucinar por enésima vez. El líquido amniótico que los envolvía y mojaba cuando por fin salieron abrazados y metidos en una bolsa de aspecto sedoso tornaba del azul al verde y al rojo, y de ahí al naranja o magenta como si de un aceite esencial de arcoíris se tratara. Mama reía alucinada mientras mecía de forma desquiciada aquel capullo que había surgido de su interior hasta que el instinto más que su deteriorada mente consciente reaccionó, y ayudada por uñas y dientes lo rasgo para dar luz a las dos pequeñas criaturitas que se retorcían en su interior luchando por respirar. 

Afuera las lucecillas aladas golpeaban el cristal gritando con una chirriante y enloquecedora vibración fuera del alcance del oído humano. Los animales de la zona respondieron elevando sus voces al unísono y creando el caos en el aire nocturno, belfos chorreantes, hocicos cubiertos de espuma y ojos completos de derrames sanguíneos en el éxtasis de la muerte y de la vida, conforme se alargaba el alarido general de bienvenida y se agotaba el aire de los pulmones caían fulminados no pocos de ellos hasta que el canto acabo y las luces se separaron de la cabaña iluminada ahora tan solo desde su interior. Los pocos animales que sobrevivieron, ya fueran carnívoros o no, devoraron en mayor o menor medida los restos de sus congéneres caídos empezando por los ojos y labios de estos para seguir metódicamente con los órganos internos, como en un sangriento y arcano acto de ofrecimiento a alguna divinidad olvidada. Unos días después la noticia de un nuevo avistamiento UFO en la zona acompañado de la consabida mutilación de ganado apareció en todos los medios de comunicación del Estado.


La gente desde el principio se horrorizó por ellos y sus poderes. Mamá no los advertía muy seguido; cuando estaba en uno de sus frecuentes viajes, veía a sus dos hijos pequeños sentados uno frente al otro fabricando colores circulares con sus dedos, y se reía pensando que flipaba incluso sin estar demasiado colocada. La gente quería arrebatárselos, algunos pocos para que tuvieran una educación y vida normales, pero muchos más para explotar sus poderes, algunos con afán de lucro, algún otro por interés militar. Mamá siempre era más rápida que esas personas, y con gran ayuda de sus hijos conseguía ponerlos a salvo.
En el transcurso de esas huídas, ella aprovechaba entre viaje y viaje para inculcarles el amor por el amor en todas sus formas, y el rechazo por la constante maquinización del mundo. Había aparatos que eran útiles, era cierto, pero otros que no. Desde las heladeras hasta las armas, todo eso alejaba a las personas del mundo y sus recursos y designios naturales. La gente, nacida para flotar y vivir en paz, estaba como cayendo al abismo amarrada a un yunque. En cuanto al amor al amor, ella les daba la directiva de que el amor era amor y no había fronteras para él, que el amor no podía ser dañino por sí mismo, porque si se usaba para dañar a otros, ya no era amor, sino manipulación. Apenas comenzaron la adolescencia y sus cuerpos se desarrollaron explotando de hormonas, le encontraron su propio significado al amor. Cómo no hacían esfuerzos por ocultarlos, las personas volvieron a demostrar asco por ellos, ahora por sus actos de adoración. “Incestuosos” los llamaron, aunque a ciencia cierta era, siendo como se sentían uno solo, más alegre y mágica masturbación que otra cosa. Mamá tampoco vio mal eso, en parte por su mente abierta, y en parte por su mente alucinada. 
También fue cierto que ella se fue demasiado pronto, perdida en una nube de irrealidad cada vez más fuerte, hasta que una vez se fue mientras ellos dormían y ya no regresó. Ellos no la buscaron porque no la pudieron sentir más, y concluyeron que no valía la pena. Mamá ya estaba en paz sin tener que meterse tanta mierda en las venas y ellos se tenían a sí mismos. Censurados por la sociedad por sus habilidades y su relación incomprensible para todos, pasaron varios años ocultos viviendo como podían, envejeciendo más despacio que todos, pero tomándolo como algo natural. 

Ellos fueron algunos de los que pudieron percibir el desastre que se avecinaba sin tener idea de la magnitud, pero tras el completo desastre, sobrevivieron gracias a las cosas que podían hacer. No tenían ni parientes ni amigos, se tenían a sí mismos y eso les bastaba. Estaban a punto de morir devorados por una abominación antropomorfa contra la que no valían sus poderes, pero fueron rescatados por dos Cazadores de Monstruos que rociaron con pétalos de rosa a la criatura, incendiándola. Fueron llevados a la base de sus rescatadores, y allí, una vez que se conocieron sus místicas habilidades, fueron aceptados y puestos a trabajar, y así pudieron ocupar su puesto en el nuevo orden lejos de prejuicios o penas.
Jinxx jadeaba mientras su pene se iba deshinchando poco a poco, con las manos tras la cabeza miraba el techo de telas de colores trenzadas entre sí, harapos algunas y otras autenticas maravillas de los telares más selectos; Pamela a su lado se incorporaba lamiendo lentamente las gotas cálidas que manaban de su sexo caliente mientras con la mano izquierda acariciaba el propio, aún palpitante por las exploraciones de su hermano, y le daba gracias en su interior a la diosa por su existencia y su poder. Desde que tenían uso de memoria Jinnx había sido la voz de ambos, ella era el pensamiento instintivo y raramente se manifestaba, aunque podía hacerlo prefería callar y actuar, un voto tácito que le alegraba el alma a ambos, voto que se vino a romper después de más de 30 años de silencio ininterrumpido, con los ojos muy abiertos se inclino sobre su hermano y amante zarandeándolo con violencia.


- “¡LAS INSTRUCCIONES!” - gritó roncamente con dolor en la garganta y en la mente. En un rincón, junto a los coloridos y ligeros vestidos de ambos, un ajado librito con un raro triciclo en la portada descansaba olvidado hasta entonces.

CONTINUARA...

¡SIGUE IMAGINANDO Y TEN BUENA CAZA!

jueves, 16 de enero de 2014

TRENQUE APOCALIPTICO: CAPITULO I, Como empezo todo / y ahora el ahora.


Capitulo 1: Cómo empezó todo.

COMO EN CUALQUIER PELICULA TIPICA Y TOPICA DE CATASTROFES Y DESTROZOS UNIVERSALES, OCURRIO, O MAS BIEN EMPEZO EL PRINCIPIO DEL FIN EN UN TRANQUILO INSTANTE DE FINALES DEL AÑO 2014, atrás había quedado el desastroso y supersticioso 2013 y estaban a punto de cumplirse dos años de esa señalada fecha a finales de 2012 en la que alineaciones planetarias catastróficas, movimientos telúricos, drásticos cambios climáticos, y hasta una colisión sideral destrozaría la tierra y daría origen al mencionado APOCALIPSIS. Y como todos comprobaron nada sucedió; los planetas siguieron en su lugar, las masas continentales siguieron desplazándose lentamente empujando el saturado mar y ocasionando algún normal sismo en el proceso y el clima siguió su lenta ruta de cambio natural acelerado por el efecto invernadero que muchos continuaban  negando; en definitiva todo seguía mas o menos como debería, hacia frio en el hemisferio norte y calor en el sur y en ambos encaminándose hacia la Navidad.

Definitivamente en el 2012 no pasó nada de eso, para regocijo de muchos y decepción de unos cuantos Milenaristas que tendrían que esperar a la próxima fecha mística señalada en algún polvoriento legajo de tal o cual visionario santo o mártir, aunque en el proceso de esa búsqueda no les dio tiempo para mucho mas. Lo que sucedió fue mucho peor, en cuanto se bajo la guardia y la falta de fe en las antiguas creencias fue patente, el INFIERNO con mayúsculas, por llamar de una manera conocida a esa grieta espacio-temporal, nos dio el golpe de mano definitivo y el planeta se convulsiono arrasando en su espasmo la mayor parte de la población mundial.

En los buenos y viejos tiempos, una leyenda urbana e incluso un tenebroso y desenfocado video pues siempre estaban desenfocados, contaba que unos científicos habían captado a través de un insondable pozo por Siberia que decían se internaba en la corteza de la tierra largamente y llegaba hasta el centro del planeta, el griterío desquiciante de los millones de almas torturadas en el Infierno. Es evidente que con el descalabro del Apocalipsis fallido 2012 nadie creyó en eso o le presto demasiada atención a ese nuevo vídeo viral que circulaba por la red; viendo lo visto y acontecido poco tiempo después me pregunto si no fuimos ciegos a esta especie de aviso de lo que descansaba en las tripas de la de la Pacha mama, la Madre Tierra.

Mas bien en esos días del 2014, lo que estaba en boca de todos era el faraónico proyecto de ciudad subterránea que serviría como prototipo para subsanar los graves problemas de espacio que ya tenían un gran numero de urbes humanas, en el se escavaría un enorme abismo artificial para albergar la susodicha gigantesca metrópolis subterránea autosuficiente, estructurada, limpia. El nombre del infausto sitio se ha desvanecido en mi memoria aunque tengo claro que se situaba en este continente mismo, no se porque aunque  deduzco paso cuando excavaron demasiado hondo en el peor de los lugares hasta topar con los kilométricos portones que descansaban hirviendo desde tantos milenios atrás, y que, aparentemente como ocurre con la naturaleza humana, la curiosidad de los jefes, ingenieros y trabajadores pudo más que la prudencia. O tal vez todo fue un producto de un accidente y que los pobres desgraciados que abrieron literalmente el Infierno y rompieron las grandes murallas, fueron literalmente desintegrados sin tener conocimiento de lo que habían hecho, el grito de dolor y desesperación cruzo el planeta de punta a punta y todos los bebes recién nacidos y los que aun maduraban en los vientres de sus madres cayeron muertos en el instante que les alcanzo.

¿Y que hicieron las fuentes gubernamentales de las naciones cuando esto ocurrió?, pues lo de siempre que aparece en la primera pagina del manual del conspirador paranoico: taparlo y achacarlo todo a un terrible movimiento tectónico cuyas replicas estaban haciendo desastres amen de una reacción psicótica de miedo generalizado que provoco las muertes de los recién nacido. Acto seguido y por primera vez en la historia, todos y quiero decir todos los medios de noticias fueron intervenidos en aras de una CONTENCION DEL PANICO GENERALIZADO.

Hasta intentaron cerrar el acceso a Internet y sus aledaños pero la verdad o algo de ella fue esparciéndose rápidamente junto con la verdadera naturaleza del asunto por la red de redes. Los primeros rumores fueron divulgados por paginas apocalípticas totalmente desacreditadas por lo que no se les prestó la más mínima atención, no fue hasta que pocas horas después sus responsables eran detenidos y ejecutados sumariamente que el mundo poso sus ojos en ellas, tarde pero no para ver como todo estaba ardiendo, se retorcía y mutaba al infierno en al tierra que es ahora. Y si el mundo encogía y distendía como presa de un ataque epiléptico titánico se tratase, el humano alzo su mano contra el humano y la locura, literalmente hablando la sociedad desapareció aun mas rápido que si los terremotos y tsunamis la hubieran cubierto de lodo y enviado al fondo del mar. 

Y las criaturas del inframundo caminaban sobre la tierra de nuevo cortando y trenzando  la fibra de la realidad hasta el hueso.

Y mientras Centroamérica reventaba por el poder desatado de las fuerzas demoníacas y telúricas por largo retenidas, en la otra punta del mundo, alla donde la India colisiono hace varias edades y formo la magnifica cordillera del Himalaya, allí se abrió el suelo y se trago de un golpe el Everest en una sima que aullaba como un dios en plena agonía, al menos una norma física parecía seguir funcionando POR CADA ACCION SE DEBE UNA REACCION IGUAL Y DE SENTIDO CONTRARIO... escribió un celebre físico justo antes de meterse una bala en el cráneo en la soledad de su laboratorio


-Y AHORA, EL AHORA:

Me resultaba trabajosamente difícil recordar quién era, y no lo logré hasta mas bien hace poco. Estaba literalmente tirado en una camilla rudimentaria y gastada, desnudo como un bebe o mas bien un maniquí que era la sensación que me tocaba el cielo de la boca con un regusto metálico. Una multitud de coloridos cables y tubos metiéndose en mi cuerpo y supongo, saliendo también fue la siguiente impresión que me golpeo. Notaba que me inyectaban líquidos fríos y espesos, y otros calientes y vaporosos a los que acompañaban por unas descargas eléctricas a través de unas largas agujas dolorosamente injertadas en mi piel y que parecían agitarlos y difundirlos a presión por mi interior como si pudiera visualizar sus avances y efectos en el ojo de mi mente. Intentaba protestar pero no podía articular palabra, sin duda por el grueso tubo plástico que tenia en ella, mi única opción era parpadear y mover los ojos desesperadamente, y, con mucho dolor y esfuerzo, levantar levemente la cabeza para poder ver por encima del pecho, para mi flaco consuelo, al menos el cuello aparentemente seguiría siendo dominio mío por un rato mas.

Las personas que estaban a mi alrededor vestían pesados uniformes grises, poco adecuados para el calor reinante, ¿o era yo el único que sentía calor como me confirmo el vaho que escapaba de sus mascarillas al respirar?. Recuerdo haber pensado que se veían tan incómodos cubiertos con esas pesadas capas de tejido como yo desnudo y expuesto a sus miradas. No tengo noción del tiempo que me tuvieron en semejante estado, pues mi consciencia iba y venia como si me desconectasen el cerebro con un caprichoso interruptor una y otra y otra vez.

Y de repente, horas o días después, en una de esas ocasiones que abrí los ojos me sacaron todo lo que tenia conectado e inserto con la misma delicadeza con la que un toro embiste a un torero “¿que diablos es un torero?” pensé aturdido para verme interrumpido por un nuevo y desgarrador dolor; un largo tirón y la traba bucal que me impedía hablar salió largamente de mi garganta larga como una manguera de jardín, el ramalazo de dolor y la dislocación fueron tan grandes que no atiné a quejarme solo a encogerme en la medida de lo posible y a temblar ¿ahora tenia frio o era calor aun mas intenso?, ¿Qué diablos estaba haciendo ahí? ¿Qué me sucedía? Mil preguntas me taladraban el cerebro cuando me hicieron sentar cual pelele sangrante en la camilla, creo que si alguien me hubiese descrito seria como el recién nacido mas horrendo y sangrante del mundo..

La soledad y la paz me invadieron por un instante llevándome a otro lugar lejano, ingrávido y caliente, nada me dolía, nada me pesaba, nada me importaba y mas aun... nada sabia; la felicidad plena o el concepto de “cielo” de un solitario ¿eso era yo? Un ser solitario. Flotaba o me desplazaba ligero por esta claridad sin forma hasta que algo me saco de mi sopor: uno de ellos, tan anónimo y gris como el resto me dio un fuerte cachete en la cara que me ardió y me pregunto: “¿Está bien, soldado?”, o alguna forma protocolaria similar ; no lo pensé,  mis manos rápidas como rayos y dotadas de voluntad propia ciñeron su garganta estrangulándolo casi antes casi de que terminara de formularla. Un fuerte golpe en la cabeza, extrañado creí oír un ruido metálico cuando tope con el suelo justo antes de desmayarme.

Nuevamente despertar nuevamente para comprobar que me habían amarrado como mejor les había parecido, anárquicamente pero con firmeza, y que un comité de bienvenida, me estaban esperando de vuelta a la realidad, no sabia si alguno de aquellos grises era el mismo al que había aplastado el cuello, envarados y militares me contemplaban sin movimiento, salvo uno que amenazador me volvió a solar dando un paso atrás, sin mas que hacer me incorpore y senté en la camilla intentando tapar mis vergüenzas como fuera.

Los siete sabios, así los llame en broma, me dieron una breve reseña de lo acontecido, con una hosca familiaridad que chocaba de frente con mi completo desconocimiento de sus identidades, o de todo lo demás. Según sus cálculos, estábamos en el año 2041 (¿eso era cierto?, ¿no 2014?), el mundo que conocía (¿conocía?) estaba destruido, y sin duda jamás volvería a ser lo de antes. Confusión y angustia en mi pecho, me contestaban las preguntas a las apuradas, y sin mayores explicaciones o detalles que meter en el relato, como si ya estuvieran cansados de repetirlas, o mas bien repetírmelas a mi. A grandes rasgos y en parte a la dislocación, en parte aparentemente al tratamiento recibido, pude entender que había habido una guerra nuclear por motivos equivocados, las naciones se destrozaron con fuego radiactivo y otras peligrosas armas nunca vistas o probadas para descubrir que el verdadero motivo del caos y de la gran desolación ahora reinaba en el mundo y deberían haberlo reconocido a simple vista pues todas y cada una de las culturas ha tenido al menos un concepto de dicho gigantesco mal.

Como he dicho la charla fue breve y sin gran matiz, con un ademan se retiraron al unísono como si de una sola mente en varios cuerpos se tratase dejando a uno de ellos atrás para servirme de guía, con una sonrisa comprobé que en un momento dado se froto el cuello con la mano hasta que al notar que lo estaba observando dejo de hacerlo tan marcial como lo había conocido. El sabio ordenanza, algún nombre debía ponerle,  me arrastro a zancadas por una desordenada galería no muy diferente a la que había despertado por primera vez, aquí y allá se veían camillas y otras grandes superficies llenas de tubos y líquidos , y un nombre, el de FRANKENSTEIN, aun sin saber quien o que era eso. Me intrigo aun mas mientras iba de un ponto de luz a otro los grandes recipientes que podía ver en el suelo, unos abiertos, otros cerrados cual enormes ataúdes de acero de los que escapaba un leve zumbido que me resulto tan familiar como la voz de mi madre, cuya cara o nombre no estaba en ningún rincón de mi memoria.

No hubo mas palabras hasta llegar a la estancia al final del túnel, era grande y abovedada como si de una oquedad excavada en roca viva se tratase mas que de un edificio hecho pro la mano del hombre, una serie de enormes taquillas metálicas agrupadas contra la pared y algún diagrama en grueso papel marrón eran la escueta decoración del lugar, allí en medio, potentemente iluminado, un enérgico anciano de ralo cabello y enormes y colgaderas orejas se afanaba sobre una enorme bancada de madera que considere debía pesar un buen puñado de kilos y era maciza y estaba labrada de intrincados dibujos que no me trasmitieron mas que desazón. Sobre un enorme tejido pude ver como dibujaba aquí y allá líneas de colores que luego eran cortadas con unas enormes tijeras plateadas desproporcionadas aun en las grandes y trabajadas manos del individuo, las manos de un agricultor mas que las de un sastre, eran movidas con una destreza y velocidad que cualquiera calificaría de sobrenatural mas que fruto de una larga experiencia. El viejo ejecutaba sus afilados malabares murmurando suavemente una letanía cuyo idioma no acababa de identificar; de la tijera saltaban chispas azuladas cuando cambiaba de dirección sobre el grueso textil lo que me hizo plantear sobre la naturaleza del tejido que procesaba o la de las tijeras y su portador. No tardo mucho en llegar al final de ultimo corte que había marcado con aquella especie de tiza brillante y, alzando la cara, nos miro alternativamente a ambos; el anciano sastre tenia la cara morena, despejada de arrugas y sonreía desdentado dando muestras de su avanzada edad, el poco pelo que tenia le crecía cerca de la nuca y le llegaba en largos mechones grises y negros hasta los hombros, sus ojos eran suaves, de un verde oscuro enturbiado por las cataratas que de cuando en cuando parecía iluminarse con una chispa de inteligencia fuera de lo habitual

-¡BUENAS TARDES Y BUENAS FIESTAS, LAS ALPARGATAS DE MI PADRE TRAIGO PUESTAS!- con una leve inclinación se dirigió primero a mi acompañante para luego girarse hacia mi y seguir con su cántico salutatorio mientras me tendía la mano

-¿ES USTED LA MUERTA O SU HERMANA?- no sabia que decirle pero no fue necesario pues prosiguió musicalmente – ¡PORQUE SI ASI FUERA TANTO MAS ME DIERA!-  dicho esto me agarro la mano entre las suyas y la sacudió enérgicamente mientras una risa cascada surgía de la garganta, la enorme tijera plateada ahora descansaba metida en la cinta que le ceñía el delantal a todas luces parte fundamental de la indumentaria del curioso anciano.

- R-4 TALLA15, ¿cierto?- mire desconcertado sin saber de que diablos hablaba

- cierto maestro, y con ajustes para la pierna derecha - contesto monocorde el sabio ordenanza en contraposición a la agradable y musical voz del abuelo

-Toma asiento muchacho mientras trabajo – señalo a una silla que no recordaba haber visto al entrar, -tu cuidador nos puede dejar por ahora, estas en las manos de este cascarrabias por un rato y nada te ha de pasar mientras estés aquí, salvo que vengas a robarme- agito las tijeras delante de mi cara con una sonrisa picara- porque aquí lo único que hay que llevarse es un tijeretazo en salva sea la parte- y me señalo la entrepierna con las tijeras- aunque no se si esto te dará mucho miedo- guiño un ojo divertido

El resto de la tarde, pues era por la tarde según me contó el viejo lo poco que hablo mientras trabajaba, lo pase sentado en una silla en la bóveda del Maestro Curucú, como se hacia llamar el sastre y que no comprendía como estaba tan moreno y lozano si pasaba tantas horas como debía pasar abajo iluminado tan solo por la luz que salía  de la potente lámpara escapada de un quirófano. Lo vi cortar y coser como hipnotizado, sin poder apartar los ojos de su frenética actividad, presa de un curioso hechizo que acaparaba toda mi  atención en su labor. Mientras iba confeccionando cantaba y farfullaba algo que me sonó antiguo y picaresco, sonreía para si al llegar a ciertas partes que me sonaban repetidas. No se cuanto rato después se paro, corto un hilo de la chirriante maquina de coser en la que se afanaba dándome la espalda y se incorporo con un chasquido de la espalda. Parecía ir a caerse y de primeras se movió renqueante y despacio como el anciano que debía ser mientras se giraba, me tendió un uniforme que parecía grueso, pesado e incomodo y que confecciono desde cero para mi, para hacerlo se apoyo en un bastón que había sacado de cualquiera sabe donde; estaba agotado y era evidente.

-Recién salido del salón francés para caballeros elegantes “la fragua de Hefestos”- carraspeo con una forzada sonrisa -Vístete y márchate muchacho, he de descansar y he dejado mucho en este nuevo modelo para t i- me pudo la mano que tenia libre fría y mas huesuda que antes en el antebrazo para levantarla con un respingo de inmediato.

Baje la vista hacia el uniforme de tonos azul oscuro y negros y al levantarla comprobé que el anciano había desaparecido sin un solo sonido, solo las enormes tijeras descansaban sobre la bancada de madera maciza apuntando hacia mi con la punta y soltando chispazos bajo la luz que parecía hacerse poco a poco menos intensa; no era ya mis sitio y que no debía tocarlas o mi final seria doloroso; me dirigí a la puerta sin mirar atrás con la ropa en los brazos y aun desnudo y salí de la ahora silenciosa y oscura estancia.

La parte superior del uniforme me resulto ligera y cómoda para mi sorpresa, a pesar de su tacto grueso y rasposo se adapto a mi torso y brazos como una segunda piel, casi estaba sonriendo ante la sorpresa ala vez que un raro recuerdo de haber sido niño y haber estrenado un traje cualquiera sabe en que situación, cuando baje la vista para ponerme la parte inferior del uniforme y me quede mirándome el pie derecho, luego mi vista se arrastro hechizada por la espinilla hasta allí donde debía estar la carnosa rodilla, y mas y mas arriba por el muslo y hacia la cadera y el bajo vientre, ¡allí donde debía estar toda mi extremidad inferior derecha había una cruel replica metálica que se hundía y unía a mi vientre y costado! ¡quería gritar, quería llorar! ¡Pensé en arrancarme los ojos, me vi destrozando aquel engendro mecánico que exudaba vapor y mordía mi tierna carne contra la pared con una patada tras otra, el remolino de histeria y frustración crecía y crecía en el interior hasta que, sin previo aviso, un clic metálico en mi cabeza se activo y todo volvió a la calma, lo ultimo que considere sobre el asunto al cerrar la cremallera del cómodo y ligero pantalón del Maestro Sastre Cucurú fue sobre si habrían enterrado o habrían incinerado mi pene y mis pelotas, el asunto no me preocupo mas y desapareció por largo de cerebro. No tardaron mucho en recogerme, terminar de equiparme y ponerme a la labor para la que me habían despertado.
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Lo del tema del Inframundo tardé bastante en asimilarlo, a pesar de que desde el primer día me daban medicamentos contra la sorpresa y cualquier otra emoción la dislocación de mi pensamiento racional era evidente. Había abominaciones causadas por la radiación, poblaciones enteras desaparecidas, un clima extremo, y, en contraposición de los pocos recuerdos que guardaba del 2014 (¿o era 2041? poco parecía importar) brujas, vampiros, momias, duendes, esqueletos andantes, licántropos... en fin, todo lo que el imaginario popular había creado… o lo que los hombres habían registrado como mito e incluso algunos seres mas que no habían sido registrados ni en el tristemente celebre NECRONOMICON. En el primer momento ni lo acepté ni lo creí, no importaba demasiado tampoco pues esos seres si que creían existir y era todo lo que importaba. Parte de mi llego a pensar que todo era una descomunal broma que había llegado demasiado lejos, sobre todo cuando me llevaron por primera vez a las plantas superior y lo que me encontré encima de una larga mesa entre otras cosas fueron ramas de muérdago, frascos de agua señalizados con una cruz, granadas, pétalos de rosa, rifles con mira láser, frascos de sal, guadañas, estacas, arcos, ballestas, defensas eléctricas y cien mil artefactos mas; lo antiguo y lo moderno, lo supersticioso y lo cierto, todo junto y mezclado. Lo más extraño es que aparentemente yo sabía usar todo y en que modo, por lo cual, mucho de broma no podía haber, esa otra parte de mi era rígida y programada y jamás dudaba, con o sin medicación. No pude conciliarías hasta que tuve que salir a patrullar.

 

Conocía el protocolo aun sin haberlo llevado a cabo nunca, me pusieron en una cámara de aislamiento blindada iluminada por luces ultravioleta, cerraron su puerta y abrieron la opuesta que daba a la salida y  que daba a una oxidada y quejumbrosa rampa de bajada. Yo salí sin dudarlo, al fin y al cabo el miedo esta mas allá de la barrera de los psicomedicamentos y la puerta se cerró con un leve sonido neumático tras de mi. El cuartel  al que pertenecía ahora y de donde había salido estaba a mitad de un cementerio , ¿Dónde si no?, con todas y cada una de sus tumbas profanadas y vacías. El manual de ejecución marcaba que la lograr un terreno libre de vampiros, nectarios, otras alimañas críptidas y del mal en general. En el ambiente una bruma pesada y desgarrada se intentaba asir desesperada a la tierra y ramas para no terminar de ser arrastrada por un airecillo frio que podía cortar y descarnar la suave piel humana con la eficacia de una piraña. Los muros, por otro lado, aunque eran altos y estaban coronados por gruesas o oxidadas picas de hierro pocos aparecían enteros. Unas enredaderas de grandes campanillas violetas intentaban cubrirlos pero eran demasiado débiles para extenderse más de un metro o mas, además estaban en su mayor parte enfermas de una plaga de piojos que cuando toqué, dejaron un rastro sanguinolento en mis dedos enguantados. Caminé hacia la salida con determinación aunque sin demasiada prisa y di el primer vistazo de lo que me esperaba al otro lado de las puertas desvencijadas del camposanto.

El panorama era desolador. Ya me habían explicado (a las apuradas y sin mayores detalles como de costumbre) que por lo que se sabia, todo el mundo estaba así, pero no me esperaba que fuera para tanto el destrozo, con sinceridad y sin que parezca una burla. Recuerdo los remolinos rojos y los vendavales magnéticos que arrastraban todo con infinita lentitud. El cielo tenía nubes verdes y rojas, y enjambres de sombras de distintos tamaños que se perseguían entre sí. Muchos troncos de árboles estaban torcidos o dotados de afiladas ramas a modo de gigantescas estacas… pero no me detuve a admirar el paisaje, algo me impelía a seguir y cumplir la misión que tenia (¿programada?) asignada por mis superiores. Tenía cosas que hacer y debía hacerlas sin mas que plantear. Bueno lo de la guerra nuclear o lo que fuera era evidente y pero aun seguía con el tema de que por el mundo rondase lo sobrenatural, hasta que vi a una sucia anciana con una túnica negra que corría hacia mí haciendo gestos con una mano mientras sostenía un libro con la otra y una cara que era todo menos una cara humana. Mi brazo reaccionó instintivamente como ya había ocurrido el día de mi despertar como dotado de inteligencia propia y disparó al libraco descuadernado, que explotó antinaturalmente en las manos de la mujer. Esta detuvo su carrera en seco con un horroroso grito mas parecido a un graznido o un rugido que a un sonido que produciría una garganta humana y me miro a los ojos con los suyos tan brillantes y llenos de ira que  hubieran hecho encogerse a mas de un hombretón curtido en mil batallas como un bebe asustado por un duende dentudo,¡ pero no a mi! cuestión de química sin duda; la estaba apuntando a la cabeza con la pistola cuando le salieron alas membranosas y levantó vuelo. Le disparé con la ballesta que tenia incorporada al antebrazo derecho del traje, era pequeña y muy potente y mi blanco era muy visible: un círculo brillante que tenía en el vientre; sin pensar que lo que veía no podía ser remotamente posible según las leyes de la naturaleza, y le acerté de pleno. La vieja lanzó un alarido y se desplomó a cuatro metros de mí, el potente proyectil impulsado por la ballesta y gas a presión había traspasado el patético cuerpo de la do a lado y había proyectado los pútridos intestinos del ser por la espalda del ser. Me estaba admirando del destrozo hecho cuando el cuerpo se reseco ante mis ojos y se convirtió en polvo a un ritmo endiablado, nunca mejor dicho. Había matado a mi primera bruja y el coste a evaluar en munición había sido mas que aceptable, tan solo una bala ungida y la flecha que tras el remojón de los fluidos de la bruja estaba achicharrándose lentamente en alguna especie de ácido antiguo. Desde entonces todo se me hizo más fácil de creer, aun con esas la medicación para la emociones siguió entrando a mi organismo a diario.

La caza se volvió mas sencilla tras esto pero cada vez que actuaba mas dudas se sembraban sobre mi naturaleza ¿Qué clase de soldado era? ¿Cuánto tiempo llevaría como tal? Ni yo mismo lo tuve claro y nadie me daba explicaciones mas allá de lo habitual. Y me regañaban como si de un niño se tratase si me equivocaba en el uso de las armas. ¿No se darían cuenta de que no recordaba nada, en caso de que hubiera algo que recordar?, ¿y porque aceptaba tan servilmente sus ordenes? Mas dudas respaldadas con mas capsulas y mas tiempo en el exterior hasta que todo fue insensibilidad y rutina.

Con el correr de los “días” (pues ya no existían días y noches bien diferenciados, sino períodos más claros y otros más oscuros de tiempo variable) lo primero de lo que me fui dando cuenta es de que yo era único en la nueva base, un ejemplo curioso era que me mantenían lo mas lejos posible de ciertas maquinas para que no perturbase su funcionamiento. No se debía a características mías propias, pues e oía que la llamada magia y la tecnología tendían a crearse interferencias mutuas al funcionar sino por las agregadas, lo cual lo hacía todo mas perturbador. Tenía una pierna metálica, eso lo tenia asumido desde tiempo atrás pero había mas, cada cierto tiempo una troupe de cientificuchos vestidos de gris con la misma dedicación que un grupo de enfermeros en practicas aparecían con unas abultadas bolsas de mano y tras tumbarme aquí o allá, donde me pillase, me inyectaban o mas bien, me recargaban los niveles cual vehículo en revisión, con unos líquidos a todas luces peligrosos y quien sabe si radiactivos por las evidentes precauciones que tomaban en su manipulación. A mí no me causaba ningún mal, mas bien al contrario, con cada dosis parecía reforzarme y volverme mas resistente, pero a la vez sentía disolverse en cada “chute” mi humanidad si es que alguna vez lo había sido al cien por cien; estos asuntos me preocupaban tanto tiempo como tardase en llegar el tratamiento de la casa.
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No llegué a saber mucho más y esto fue la tónica general de mi estancia en el cuartel de destino, en parte por el halo de ignorancia en el que me rodeaban, en parte por el tratamiento al que era sometido acerca de mi particular condición, pero eso cambiaría con el tiempo y relacionándome con las personas adecuadas, como no tarde en comprobar.

Lo que si que pude constatar sin demasiadas dificultades es que en este mundo nuevo existían mas males que los antiguos y casi inofensivos virus y bacterias que se cebaban con el ganado humano (esto es lo que opinaba de esa mansedumbre de rebaño mal dirigido que me rodeaba) , lejos de los efectos de las supergripes o bacterias devoradoras de carne que habían saltado a la palestra a finales del siglo XX y principios del XXI teníamos un nuevo y divertido abanico de plagas y abominaciones medicas campando a sus anchas tanto fuera como dentro de los muros de los supuestos refugios, ineficaces a estos agentes del Caos en la Tierra.

La exposición a ellos era una autentica lotería, y como con esta, había mas posibilidades de perder que de salir ganando y marcharse ileso, debido a las salidas y exposiciones al exterior muchos de mis jefes y mis compañeros (no creo que ellos me considerasen lo mismo a mi) tenían enfermedades y defectos físicos provocados por esta explosiva mezcla de radiación, mutación inducida y hechizos flotantes mal realizados. Una de las historias que conmociono mas a la base y corrió como la pólvora fue la que ocurrió poco después de mi llegada (¿llegada en que momento? La irrealidad y la atemporalidad hacían de mi mente un limbo). Se me convoco a una enorme sala en la parte norte del complejo, era parte de la ZEYCAS o lo que venia a significar Zona de Estudio Y Contención de Agentes Sobrenaturales, como bien rezaba un enorme cartelón escrito con spray blanco y la típica tipografía del ejercito en plantilla. Era un ala del cuartel de uso restringido por motivos evidentes en la que se almacenaba para su estudio y aprendizaje los restos de seres abatidos y otros no tan muertos o para ser mas acertados, no tan inmóviles.

La entrada a la zona fue tan rigurosa como cabria esperar de un recinto de tales características, un control tras otro todo frente a una puerta cada vez mas pesada que la anterior y guardias mas grandes y mejor armados que sus antecesores hasta llegar al centro del enclave, un bunker dentro de otro bunker y en el que las compuertas decoradas de intrincados diseños cabalísticos y frases y palabras en pseudo latín, el pseudo latín una especie de latinajo popular mezclado con castellano antiguo y algo que sonaba a árabe en el que se expresaban los hechizos hablados aunque no nos desviaremos del asunto y ya volveremos al tema mas adelante

Frente a mi y hasta donde alcanzaría la vista de un humano normal, mas puertas y rejas de las que podía contar; y supongo que un humano normal habría sentido algo de curiosidad sobre quien o que se encontraba prisionera tras ellas y sometido a  que tipo de descabellados y sangrientos experimentos, pero no yo, o al menos el yo de aquel tiempo y lugar, aquel ser libre de emoción y de remordimiento de ira y por supuesto, de la nociva  alegría, poco menos que una maquina orgánica, unas tres cuartas partes al menos. Mi indiferencia era tan solida como las placas blindadas que se ajustaban en el uniforme aquí y allá mostrando raspones y marcas significativas de zarpas y colmillos. No me importaba lo que les ocurriese a esos seres salvo que se  me hubiese ordenado y creo que no habría podido ni siguiendo ordenes, mi mundo estaba acolchado y a buen recaudo de sensaciones funestas bajo el algodón de la medicina mágica anti-sentimientos del doctor medico brujo de turno en la Farmacia.

No hube que internarme demasiado pues mi destino era una de las primeras hojas de madera maciza  marcada con, entre otras jerigonzas, un significativo Tetragramaton  y un numero 1 en su centro, tras ellas un escueto grupo de soldados que de inmediato identifique como los altos mandos de la Base Primavera, ahora recuerdo su nombre, BASE PRIMAVERA, y me recorre una cruel risita todo el cuerpo. Estaban todos, unos siete u ocho, tras un enorme escritorio al fondo de la sala, ante ellos y entre vuestro seguro servidor y tanto galón se situaba un hombre de rodillas en el suelo de manera muy tiesa y marcial; se me indico que avanzara y me situara al lado izquierdo del individuo, cosa que hice sin prisa pero sin tardanza, no debía ni podía mostrar nerviosismo o duda, y no la tenia. En un par de pasos pude comprobar que el uniforme que vestía el penitente no tenia marcas distintivas o galones de identificación, su cara inclinada hacia el suelo y la mirada sin duda fija en una corta hoja curva y de un solo filo que se encontraba situada en un pomposo cojín de terciopelo rojo ribeteado de grana frente a sus rodillas hincadas en el suelo de hormigón alisado como un espejo. El silencio de un sepulcro que se había roto con el leve sonido de mis botas de suela metálica lleno esponjoso y frio la estancia; sabia lo que iba a ocurrir y también conocía de alguna manera lo que se esperaba de mi, lo que haría. Todo fue pasando como marcado por un enorme metrónomo que agitaba el aire helado de la habitación, mientras los oficiales miraban sin pestañear, el individuo se abrió con un tirón la pechera de la camisa y prosiguió hasta que no quedo ni un botón en su sitio, rodando danzarines por el suelo en su mayoría; hecho esto se inclino a coger la hoja del suelo, mi mano bajo rauda hacia la empuñadura del revolver que portaba en la cadera y allí se quedo a la espera. En la hoja del arma cayeron unas leves gotas “sudor o lagrimas. O una mezcla de ambas "pensé. Lo siguiente fue rápido, mecánico y brutal, se dejo caer de nuevo sobre los pies recogidos y con un preciso movimiento se coloco la hoja apuntando hacia la izquierda del delicado abdomen y la hundió lentamente mientras se le escapaba el aire y la vida por entre los dientes apretados, al llegar al fundo continuo con el siguiente movimiento de corte, esta vez trasversal en dirección a donde debería estar su apéndice, el olor de los intestinos perforados llego a mi olfato y se extendió por la estancia; la sangre manaba abundante y cálida acumulándose en latidos frente y bajo las piernas dobladas. El corte final en dirección al esternón fue el mas lento y tembloroso, la fuerza abandonaba a marchas forzadas los brazos y manos crispadas del hombre y tan solo una voluntad de hierro podría animarlas a seguir mientras jadeaba levemente; un miembro de la mesa hizo una leve señal y acabo en un instante el sufrimiento del suplicante de un balazo de gran calibre que le hice en el lateral del cuello desapareciendo gran parte de este junto con la columna vertebral que sujetaba el cráneo, solo quedo unido y como flotando un instante por la tráquea y parte de la piel de la garganta al cuerpo, que se desmadejo y volcó hacia su derecha con el impacto; creí que seria un detalle de buen gusto no separar por completo la cabeza y que terminase rebotando y rodando por el pulcro suelo negruzco. Un nuevo charco de tibia sangre se gormaba desde el mutilado pescuezo del pobre tipo, me enfunde el enorme arma de nuevo en su lugar y con una inclinación leve del torso me gire y salí a grandes y repiqueantes zancadas.

Un tipo cuyo aliento apestaba a ilegal alcohol destilado se me acerco aquella noche en  la cantina y me contó,  mientras yo lo ignoraba y masticaba e ingería mecánicamente el insípido pero colorido contenido de mi bandeja de acero compartimentada, que aquel tipo, como había supuesto en vista del honroso final que se le permitió, después del enfrentamiento con una bruja un par de lunas antes, sufría de una serie de cambios mientras obraba en él una sangrienta maldición. Lejos de haber informado como era su deber, decidió de motu propio, encerrarse peligrosamente por las noches al descubrir que un ansia asesina hacia su aparición paulatinamente, hasta que, en un leve plazo, fue incapaz de controlarse mas y una  fiera antropófaga se hizo con el control de todo su ser, siempre al desaparecer el pálido sol del cielo. Parece ser que durante un tiempo pudo llevarlo en secreto y ni siquiera su familia se entero, achacando sus desapariciones nocturnas a un nuevo turno de vigilancia intensivo que se le había asignado según el. Sea como fuere parece ser que encontraba de cuando en cuando la manera de escaparse de donde se encerraba y cada tanto, en la vecina base laboratorio donde tenia asentado su hogar, desaparecía alguien de manera extraña, sin dejar cuerpos pero si una enorme cantidad de sangre reflejo de la violencia con que eran atacados. Se corrió la voz de que una abominación campaba a sus anchas por la zona y se destinaron algunos de los CAZADORES DE MONSTRUOS en nomina a la tarea de dar caza pero ¿a que o a quien? ¿A una bestia mutante? Nadie la había visto ni de lejos en ningún momento, y los que lo habían hecho estaban desaparecidos y sin duda muertos. Tras una exhaustiva cacería intramuros de la que no se sabían muchos detalles, el otrora excelente oficial , ejemplo para los reclutas y sumamente apreciado por sus iguales, fue hallado en uno de los muchos de los sótanos derruidos de la parte inferior de la base medico-científica donde había creado su madriguera; allá dormitaba desnudo, ensangrentado... y humano, rodeado de los restos en diferentes grados de descomposición de sus victimas, la ultima de ellas, a medio devorar y  a la que abrazaba era su propia hija; le había sorbido parte de el cerebro a través de una de las cuencas vacías de los ojos de la niña. Tras esto y para no remover mas la herida fue trasladado a la BASE PRIMAVERA para su estudio; inmediatamente la orden fue revocada para ser juzgado de urgencia sin mas revuelo y ejecutado, era evidente la pantomima del proceso o lo justo de la pena.

Por ser quien era y haber mostrado signos de arrepentimiento a pesar de decir no recordar nada, se le permitió una muerte honrosa de guerrero en la que ninguno de los oficiales quiso dar asistencia en parte por miedo a que la maldición antropófaga de la bruja escapase del cuerpo muerto y tomase como huésped; al ser mas cercano, como se sabia que hacia la solución mas rápida y democrática fue enviarme a mi y todos libres de cargos de conciencia y maldiciones; al fin y al cabo se decía que yo estaba blindado contra ellas o en el peor de los casos me ordenarían que me volase la cabeza y muertas dos maldiciones de un tiro. ¡Como se reía el tipo borracho al contarme esto ultimo dándome palmadas en la espalda! No se porque, a mi me parecía lo mas lógico y eficaz. Tras recapacitarlo un poco y mientras se disipaba de mi pituitaria el agrio olor a alcohol de mi contertulio llegue a pensar que aquel tipo era un humano gravemente perturbado y que lo único que tenia maldito y deformado por la magia de la bruja o quizás ni eso, pues seguía sin creer en lo de los hechizos, era su mente humana que como había leído, era capaz de lo peor siempre.
 

¡Que buen soldadito era, y que verde estaba por aquel entonces, diablos!, pronto estas dos cosas cambiarían como de un hachazo.
 
CONTINUARA....
 
¡BUENA LUNA LLENA Y BUENA CAZA TENGAN!